Durante los últimos años de carrera profesional me he dedicado a desmitificar y a ir poco a poco a eliminar el estigma en cuestiones de salud mental. He estado en mesas de trabajo con psiquiatras y psicólogos clínicos y he participado en conferencias, talleres y cursos acerca de este tema, pero aún así siento una ligera incomodidad. Y es que, hablar de salud mental no es hablar de bienestar, claro, el bienestar es un pilar fundamental en la salud mental de cualquier ser humano, sin embargo no podemos englobar tantas cosas bajo una misma etiqueta que desde mi punto de vista solo genera mayor confusión.
Los límites de lo que se considera un trastorno mental parecen perder claridad en los últimos años por lo que considero de suma importancia hablar realmente de cómo se ve la salud mental.
Primero vamos a partir de que todo ser humano en la tierra tiene salud mental, así mismo como salud física. En momentos habrá el que se enferma de gripa o el que se enferma de cáncer, los pierden la salud, pero de manera distinta y el cuidado, atención y adaptación para cada uno es diferente.
Lo mismo pasa en salud mental, al perderla hay que identificar si se trata de un trastorno psiquiátrico o como lo llamaría Marian Rojas, Médico Psiquiatra de la Universidad de Navarra en Pamplona “las patologías de la vida corriente” ambas importantes y ambas con foco de atención necesario.
“Las patologías de la vida corriente” podrían verse como el agotamiento, frustración, saturación y cuestiones como pérdidas económicas o un mal entorno. De manera personal diría que en estas cuestiones lo que se buscar es la prevención, aprender a escucharnos, trabajar nuestra autoestima, autoconcepto y nuestra personalidad para lograr salir adelante.
Cuando hablamos de trastornos psiquiátricos graves, como la depresión mayor, la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo compulsivo o el trastornos de la personalidad lo que se tiene que hacer es tratar, no prevenir y acompañar y ofrecer desde casa o desde los centros de trabajo las adaptaciones necesarias para las personas que ya están sufriendo de una enfermedad mental grave.
Ninguna de las dos propuestas que señalo tiene mayor o menor importancia al final lo que buscamos es eliminar el malestar para vivir en bienestar, pero si hay que poder diferenciar para que las investigaciones, los medios y los tratamientos eficaces cada vez sean mayores. En México y me atrevería a decir que en el mundo tenemos escasa información para poder diferenciar y prestar la atención necesaria para cualquiera que sea el malestar que este causándonos síntomas psicológicos.
Tener en claro esto nos daría mejor pauta para mejores diagnósticos, menos autodiagnósticos y en el caso más grave poder detectar la posibilidad de muertes por suicidio.
Como comencé en las primeras líneas de este artículo, todos tenemos salud mental y es nuestro derecho universal como lo marca la Organización de las Naciones Unidas. A tener un trato digno y eficaz, pero es hora es entender que no todas las patologías son iguales y que los tratamientos y formas de cuidado son diferentes para cada individuo. Que la gravedad de unos no es la gravedad de todos, como bien señalé no podemos comparar una gripa contra un cáncer.
La psicoeducación es una herramienta muy útil para poder detectar esta delgada línea y dar mayor soporte a quien más lo necesita.
Comentarios