La semana laboral de 4 días: ¿Utopía o nueva norma?
- Alejandro Morales
- 22 abr
- 3 Min. de lectura
Por Alejandro Morales

Por décadas, la jornada laboral de 40 horas distribuidas en cinco días ha sido la estructura por excelencia del trabajo formal. Pero en un mundo donde la tecnología ha acelerado procesos, donde la salud mental se ha vuelto una prioridad y donde el equilibrio entre vida y trabajo ya no es negociable (especialmente con la llegada de las nuevas generaciones), ¿tiene sentido seguir trabajando igual que hace 100 años?
En los últimos años, la idea de una semana laboral de 4 días ha pasado de ser un experimento atrevido a convertirse en una alternativa cada vez más respaldada. Países como Islandia y Reino Unido han puesto en marcha pilotos ambiciosos que están revolucionando la conversación sobre productividad, bienestar y compromiso laboral. ¿Estamos ante una moda pasajera o frente a un nuevo paradigma del trabajo?
Los datos hablan: el caso de Islandia y Reino Unido
Entre 2015 y 2019, Islandia implementó uno de los estudios más amplios sobre reducción de la jornada laboral. En él participaron más de 2,500 personas del sector público, quienes comenzaron a trabajar solo cuatro días a la semana sin reducción salarial. El resultado fue un éxito rotundo. Los niveles de productividad se mantuvieron o incluso mejoraron, mientras que los participantes reportaron reducciones significativas en el estrés, el agotamiento y mejoras en su equilibrio vida-trabajo.
Inspirado por estos resultados, en 2022 Reino Unido lanzó su propio experimento: 61 empresas y más de 3,300 empleados participaron en un piloto de seis meses promovido por la organización 4 Day Week Global. El 92% de las compañías decidió continuar con el modelo después del experimento. ¿Las razones? Reportaron menor rotación de personal, mayor compromiso, menos ausentismo, y un aumento en el bienestar general.
Estos estudios no son simples anécdotas. Están marcando un cambio en cómo medimos la eficacia del trabajo y abriendo la puerta a un rediseño estructural que coloca el bienestar en el centro.
¿Por qué funciona?
La lógica detrás de la semana laboral de 4 días es más que simplemente tener un día libre adicional. Funciona porque obliga a las organizaciones a repensar su eficiencia, a eliminar prácticas innecesarias, a simplificar procesos y a enfocarse en resultados más que en “X” número de horas frente a la computadora.
Además de esto, cuando las personas sienten que su tiempo es valorado, responden con mayor motivación y compromiso. Menos horas no significan menos responsabilidad, sino una mayor conciencia sobre el uso del tiempo. En lugar de trabajar más, trabajamos mejor.
Desde la perspectiva del bienestar, los beneficios hablan por sí mismos. Los colaboradores reportan dormir mejor, tener más tiempo para cuidar de sí mismos o de sus familias, y menor estrés relacionado con el trabajo. Esto, a su vez, se traduce en menos ausencias, mayor claridad mental y una actitud más positiva hacia el trabajo.
Pero… ¿es viable en todas las industrias?
Una de las críticas más comunes es que no todas las empresas o sectores pueden implementar este modelo. Y claro que es cierto: el modelo no es aplicable “tal cual” en todos los contextos. Sin embargo, eso no significa que no se pueda adaptar.
Algunas organizaciones están optando por una rotación escalonada de días libres, para mantener las operaciones sin sobrecargar al equipo. Otras están haciendo pruebas piloto por departamentos, midiendo resultados antes de implementar.
No se trata de aplicar una fórmula universal, sino de abrir la conversación sobre cómo rediseñar el trabajo de forma más humana, sostenible y eficiente. Cada organización puede encontrar su propia versión de la semana corta: ya sea 4 días completos, jornadas más cortas o incluso híbridos flexibles.
¿Y en América Latina?
En nuestra región, aún estamos lejos de una implementación masiva, pero ya hay señales interesantes. En México, algunas empresas tecnológicas han comenzado a experimentar con semanas laborales más cortas. En Chile y Colombia hay propuestas legislativas en discusión para reducir la jornada laboral semanal. La conversación está iniciando, y los casos globales refuerzan la oportunidad para impulsar este cambio desde una visión de bienestar integral.
En lugar de preguntar si estamos listos para la semana de 4 días, tal vez deberíamos preguntarnos: ¿estamos listos para seguir trabajando como siempre, sabiendo que existe una alternativa mejor?
Conclusión
La semana laboral de 4 días no es una utopía. Es un llamado urgente a repensar el trabajo desde el bienestar, la eficiencia y la confianza. No será igual para todas las industrias ni para todos los contextos, pero sí vale la pena preguntarnos: ¿qué pasaría si trabajáramos menos, pero viviéramos más?
Construir culturas más humanas y sostenibles implica tener el valor de hacernos estas preguntas y experimentar con nuevas formas de trabajar. Porque la productividad del futuro no está en hacer más, sino en hacer mejor.
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