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El Trabajo Invisible: La Realidad del Ambiente Laboral y la Urgencia del Cambio.

Adriana Ochoa

Por Adriana Ochoa


 


En teoría las personas tenemos como derecho trabajar un máximo 8 horas por día, pero la realidad es que trabajamos muchas más.


En otros países, como Suecia o Irlanda, se trabaja y se paga la hora extra, incluso hasta entre 25-50% mayor a lo que reciben los trabajadoras por trabajar en horas normales. En México se trabaja por proyecto y muchas veces las empresas recortan presupuesto y tienen a una persona haciendo las labores de más personas.


Si sumamos la jornada de traslados, más la jornada laboral hacen que la mayoría de las personas, sobre todo las mujeres madres, son más de 8 horas de trabajo al día.

Si bien las mujeres hemos ganado terreno en el mundo y trabajo productivo, los hombres no han entrado al mismo ritmo al mundo de los cuidados y de la limpieza. Las mujeres se enfrentan a más horas de trabajo remunerado y no remunerado al día que los hombres.


Además, las mujeres madres se enfrentan con el doble reto de la discriminación desde el momento de las entrevistas laborales, al momento de solicitar una incapacidad y si decide amamantar, al solicitar los 2 descansos de media hora que por ley les corresponde. De la misma manera, muchos hombres se enfrentan con una mirada negativa al momento de solicitar sus días de incapacidad por paternidad. Cuando los solicitan, las empresas prefieren que las mujeres recién convertidas en madre atiendan a su recién nacido, por los usos y costumbres todavía arraigados en nuestra sociedad a los roles de género. 

Esto, sumado a otros factores como la edad, cultura, etnia, nivel social, nivel educativo, discapacidad intelectual, visual, auditiva o alguna neurodivergencia, preferencia sexual, idioma, lengua, religión, estado civil entre otros factores de la persona, convierten en el espacio laboral en una jungla de sesgos inconscientes. 


Frecuentemente, se escuchan las frases como:

  • “Que se rasque con sus propias uñas”;

  • “Yo ya gané mi espacio, ahora que se gane solita (o) su lugar”; 

  • “Yo no le voy a decir cómo se llena un informe, que aprenda por su cuenta”


Todo esto aunado a la violencia física, sexual y psicológica que las personas se pueden enfrentar en el espacio laboral, pueden crear un ambiente inestable y poco amigable.

De las 24 horas que tiene un día, qué diferente sería ver a las personas que colaboran en el mismo espacio contribuyendo y sumando, tomando en cuenta las diferencias que cada persona habita para sumar al mundo. 

Tengo esperanza de que la violencia laboral termine, que las personas que vayan al trabajo se sientan parte de una gran familia y que sus contribuciones sean valoradas y reconocidas. 


Que cuando lleguen a sus hogares puedan contagiar este bienestar y alegría y sea en cascada. Y estar conscientes como comunidad que: “lo que yo hago o dejo de hacer suma o resta a mi entorno”, para que todos estos temas de: discriminación, interseccionalidad, acoso sexual, hostigamiento sexual, violencia laboral (incluyendo el mobbing, bossing, mobbing materno), micromachismos, el lenguaje violento, los sesgos de género, y la desesperanza y frustración, que se presentan día con día sean un tema del pasado.


Debemos actuar en lo individual, cada quién desde donde puede, nos interese el tema para poder lograr un cambio colectivo. Normalizar las conductas fuera de lugar han dado como resultado una sociedad a la que no le importa cambiar. Como dice el Dr. Larrazábal: “Una sociedad conforme es una sociedad que no cambia”. Ojalá podamos cambiar pronto la narrativa para generar ambientes laborales más conscientes.


 
 
 

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