top of page

Las personas al Centro

  • Paola Palazón
  • 29 abr
  • 4 Min. de lectura

Por Paola Palazón Seguel


 

Hace unas semanas, en el marco del 8 de marzo, di una charla sobre liderazgo femenino frente a una sala repleta de mujeres. Lo que más disfruto de estos espacios es convivir, conectar, sentir esa energía viva que sólo se da en la presencia física. Me acompañó mi amiga Irán, y luego nos fuimos a ponernos al día, a apapacharnos y acompañarnos.

A los pocos días, sumé también un viaje familiar donde reconecté con amistades que no veía desde hacía años. Al volver, alguien me dijo: “Tu carita se ve diferente”.

Y sí: mis niveles de oxitocina estaban a tope.


Hoy, en un mundo hiperconectado virtualmente, paradójicamente estamos más desconectados que nunca en lo humano. Las tasas de ansiedad, depresión y soledad han crecido a niveles preocupantes, especialmente entre adolescentes y adultos jóvenes. Jonathan Haidt, en La generación ansiosa, señala que el cambio masivo hacia la vida digital trajo consigo un declive visible en los indicadores de salud mental.


En mi charla hablaba justo de esto: aunque no creo en recetas mágicas para el bienestar —cada quien tiene su historia y contexto— algo que sí integré en mi propio camino de sanación fue promover conscientemente la producción de oxitocina a través de los vínculos humanos reales.


La ciencia lo respalda: el contacto humano no sólo nutre emocionalmente, también literalmente transforma el cerebro. Estudios muestran que las interacciones sociales positivas fomentan la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro de crear y reorganizar conexiones neuronales. La socialización activa circuitos de recompensa liberando dopamina (neurotransmisor involucrado en la regulación del estado de ánimo y la motivación), disminuye los niveles de cortisol (hormona del estrés) y fortalece la resiliencia emocional.


Somos seres sociales por diseño evolutivo, defiende  Matthew Lieberman, TED speaker y autor de Social: Why Our Brains Are Wired to Connect. Lieberman afirma que nuestro cerebro está configurado no sólo para sobrevivir, sino para vincularse y que la conexión social es fundamental para nuestro bienestar y desarrollo como especie.


Entonces, ¿cómo no pensar que la sostenibilidad de nuestra especie comienza por las personas?

Y hablo de sostenibilidad porque es otro  de los términos de moda, pero a veces me parece que lo reducimos sólo al cuidado ambiental, que claramente es un tema importante y no menor. La sostenibilidad real —como plantea el modelo de las tres P’s: People, Planet, Profit— debe iniciar por cuidar a las personas. El  bienestar humano es la base de un futuro posible para el planeta y de una economía que nos sostenga.


Vincularnos de forma significativa es una necesidad biológica, emocional y social. Es el primer paso para florecer como individuos y como colectivo.


En mi recorrido personal, de ese que hablaba en aquella charla, he integrado como práctica el buscar estos espacios de desconexión no sólo virtual, sino también laboral. Lo vivo cada sábado en un taller de escritura y dibujo que comparto con mujeres diversas. Lo experimento en un grupo de WhatsApp donde casi 200 mujeres compartimos nuestras luchas y celebraciones, como red de apoyo, como tribu.


Marian Rojas Estapé habla justamente de cómo las relaciones interpersonales son vitaminas que nos ayudan a sanar, crecer y resistir mejor los embates de la vida. Y como el contacto físico es capaz de producir de forma natural oxitocina. Lo he probado, abrazando-  como ella recomienda - por 8 segundos a una persona querida.


¿Y si el tan buscado propósito, esa plenitud de la que también tanto hablamos hoy, se construye —de forma sencilla pero poderosa— a través de la conexión humana?


Llevándolo al mundo del trabajo

Lo laboral juega aquí un rol importante. Muchas veces pasamos más tiempo en nuestros espacios de trabajo que en casa. Entonces, ¿cómo desde las empresas podemos fomentar esa conexión que favorece la sostenibilidad humana?

Aquí algunas ideas:

●      Crear espacios para la desconexión laboral y la reconexión humana: pausas reales para convivir, sin objetivos de productividad.

●      Fomentar políticas de conciliación vida-trabajo: no es sólo un asunto de derechos laborales, sino de sostenibilidad humana. Tener tiempo para familia, amigos y vida personal fomenta cerebros más sanos, personas más felices y empresas más productivas.

●      Promover sistemas de cuidados: no dejar la responsabilidad únicamente al Estado, este es un tema que requiere un enfoque sistémico. Las empresas pueden ofrecer apoyos para el cuidado de las infancias y familiares, licencias extendidas o redes de apoyo internas. Pueden ser agentes activos del cambio.


Una organización que pone realmente a las personas en el centro, no sólo impacta positivamente en la vida de éstas, siembra también bienestar en las comunidades donde opera, y por tanto, contribuye genuinamente a la sostenibilidad del planeta.

La conexión humana es el tejido mismo que sostiene nuestra capacidad de florecer. Enfocarnos en poner a las personas al centro, desde lo individual y lo colectivo, podría ser el primer paso hacia un futuro más humano, más saludable y, verdaderamente, más sostenible.


Paola Palazón Seguel es comunicadora social especializada en gestión y  desarrollo de negocio. Emprendedora, consultora, autora, conferencista y docente. Tras su búsqueda y experiencia personal, hace seis años decidió emprender en torno al bienestar y la salud mental.

IG: paola.palazon

LinkedIn: /paolapalazon

 
 
 

Comentarios

No se pudieron cargar los comentarios
Parece que hubo un problema técnico. Intenta volver a conectarte o actualiza la página.
bottom of page